martes, 11 de mayo de 2010

-Costumbre Mapuches



La Base de la alimentación estaba formada por los sembrados de maíz, frejoles pallares, papas, quínoa, mango, etcétera, y sus ganados de llamas y alpacas domésticas. Practicaban la caza y la pesca en pequeñas canoas.

Los hábitos cambiaron en este terreno con mucha rapidez y es difícil fijar la época en que se verificaron estas mudanzas, a través de cronistas que, en buena parte, escribieron de oídas o copiándose unos a otros. Hacia mediados del siglo XVII, ya los caciques usaban en sus banquetes los guisos de pescados, mariscos, aves, perdices, longanizas, pasteles, buñuelos y otros platos en que se advierte la influencia española.

Si se hartaban de comida cuando podían hacerlo a costa ajena, en cambio se hartaban de bebidas fermentadas a costa propia. La elaboración de las chichas suaves de frutillas y de otras frutas y de las bebidas fuertes, obtenidas de la fermentación de los granos, era la faena favorita de todo hogar respetable; y la cantidad de chicha de que disponía un cacique, constituía una de las riquezas que le daban más prestigio y autoridad.

Valdivia se asombró de su afición a la bebida y no hay cronista que no insista en este hábito. La bebida, el baile y el canto eran inseparables en sus cahuines o reuniones familiares, de las faenas agrícolas, las bodas, los entierros, la construcción de una casa y sus juntas de índole religiosa o militar.

La borrachera no era un vicio entre los mapuches. Formaba parte de su concepto moral de la vida, de sus costumbres tradicionales y de sus ritos religiosos. Mas, en el correr de los siglos, se incorporó con tal energía en su organismo, que se convirtió en una verdadera necesidad fisiológica. Es uno de los grandes renglones del aporte de la sábana aborigen a la formación del mestizo.

Durante las borracheras, eran frecuentes las disputas por la posesión de la mujer o por otras causas, que degeneraban en riñas y muertes. También solían aplastar a algunos de los párvulos que las indias llevaban consigo a las fiestas. La componenda, cuyo uso estaba muy generalizado, casi siempre ahogaba en germen la venganza de los parientes de la víctima.

En cambio, los delitos y los crímenes cometidos en sana razón eran relativamente escasos.


Chueca
Entre los juegos de agilidad practicados antes del contacto con los españoles, los principales eran la chueca y la pelota. En el primero se colocaban frente a frente dos hileras de individuos, que solían llegar hasta veinte por bando, y luchaban por llevar a su lado una bola de madera, valiéndose de un palo arqueado de coligüe. La cancha tenía cinco metros de ancho y cerca de dos cuadras de largo. En el segundo, se ponían en círculo ocho a diez mozos desnudos desde la cintura arriba, y se arrojaban unos a otros la pelota de madera esponjosa como el corcho, y cada uno procuraba rebatirla con la palma de la mano con cuanta fuerza puede, y golpear a alguno de la banda contraria.

Las ceremonias funerarias de los araucanos eran un reflejo de sus concepciones religiosas: el culto de los antepasados y la creencia de que los dobles o ánimas eran indestructibles y continuaban en la vida futura experimentando las mismas necesidades y gustos que tuvieron en la presente. Han variado en los detalles con la introducción de objetos de fabricación europea, pero han persistido en el fondo.

El ataúd consistía primitivamente en dos canoas que se superponían. Hasta la llegada de los españoles los araucanos no cavaban fosas; colocaban los ataúdes entre dos árboles. Cuando el difunto era algún cacique rico o algún guerrero afamado, solían colocar sobre la tumba su caballo muerto, inclusive el cabestro, para que cabalgara en él y pudiera atarlo en su nueva residencia. Primitivamente, se enterraban con el cadáver de la mujer sus joyas; pero más tarde una ceremonia simbólica reemplazó al entierro efectivo: se acercaban las joyas al cuerpo y se derramaba chicha sobre ellas.

Toda muerte producida por otras causas que las heridas en las guerras o en las riñas, para el araucano era la resultante de la hechicería. Se consultaba la causa de la muerte con un machi, y éste señalaba al autor después del examen del cadáver o de algunos de sus despojos y de complicadas ceremonias. Si señalaba a algún individuo conocido, pesaba sobre los parientes la obligación de vengar al deudo en la persona del autor de la muerte. Partían con sus lanzas en alto y mataban al individuo señalado por el machi, dondequiera que le encontrasen. A veces, la venganza alcanzaba a toda la familia del inculpado.

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